Disidencia e identidades subversivas a debate en la exposición colectiva del Festival Emotiva

«Postepisteme. Dissidències, argumentaris i transicions» reune la obra de Deebo Barreiro, Raquel Calviño, Francesca Faulin, Alexandre Folgoso, Polly Hummel, Sofia Pacheco y Maria João Salgado. Comisariada por Vítor Nieves, es una de las exposiciones de destaque del festival de Terrassa.

La única exposición colectiva de la presente edición del Festival Emotiva puede visitarse hasta el 11 de diciembre en LaFact Cultural, uno de los espacios que acoge exposiciones del festival. Este gran contenedor cultural en el centro de la ciudad catalana, es un referente internacional de la Danza Contemporánea, aunque su programación va más allá. De hecho, en la sala anterior a la 4, donde está la exposición que nos ocupa, podemos ver una versión expandida y, probablemente la más cuidada hasta el momento, del proyecto «Skin Fields» de Alex Domènech.

«Postepisteme. Dissidències, argumentaris i transicions» reúne trabajos de artistas de Galiza y de Portugal con el objetivo de divulgar la ‘Fotografía Atlántica’, a veces tan desconocida en el resto de la península. Desde el comisariado se trabajó con un frente claro: poner de manifiesto un compromiso con la disidencia y con los saberes subversivos. Crear un fardel de argumentarios y memorias políticas de quienes luchan a diario en los intersticios de la episteme.

La exposición pretende cartografiar la emergencia de un conjunto de discursos y prácticas artísticas con una fuerte vinculación a las luchas de liberación, superación o aceptación personal, todas ellas atravesadas por estigmas identitarios diferentes, pero con experiencias y resoluciones semejantes.

Sin aspiraciones de crear un glosario de reivindicaciones ni una llamada de atención a la normatividad, abre un espacio para la reflexión en medio de un archivo efímero que recupera y mantiene un legado de acciones y activismos y visibiliza las historias personales de los y las artistas.

A lo largo de la experiencia expositiva contemplamos voces individuales que desafían el inquebrantable saber científico y el pensamiento normalizado y normativizante. Proyectos artísticos que, desde lo íntimo, crean nuevas genealogías, fragilizan fuertes pilares, cuestionan lo institucionalizado y visibilizan debates y colectivos.

La exposición se sirve de las teorías de Judith Butler
 y Paul B. Preciado (el título es claramente un guiño a los escritos de éste último) para reivindicar la radicalidad y otorgar el mismo
 protagonismo a los cuerpos de la otredad que, lejos de institucionalizarse, han trabajado en torno a
 demandas y reivindicaciones comunes, generando alianzas, identidades diversas y 
lugares comunes de lucha.

Así, se apela a las normas sociales
 que marginan los cuerpos disidentes para ponerlas en crisis en una clara herencia
 de la crítica queer. Pero no pensemos que la recopilación de proyectos expuestos
 gira en torno a la identidad, sino más bien al proyecto ideológico y político común 
en el que la performatividad podría y debería ser una constante y la diversidad la base de operaciones.

En esta exposición, tal y como la profesora y comisaria Tatiana Sentamans hace en sus textos, analizamos una suerte de nuevas políticas de la 
representación, en un esfuerzo por desenmascarar ficciones políticas
 y resignificaciones que nutran los imaginarios culturales de interés, es decir, 
producciones, imágenes, textos, audiovisuales y símbolos para ampliar el hábitat de todo lo 
que debe visibilizarse.

Nada más sumergirnos en la experiencia expositiva, encontramos el trabajo de Polly Hummel, un proyecto poliédrico (como poliédrica es la autora) que nos muestra el difícil camino de la búsqueda de la identidad y la autoaceptación a través de angostos caminos para alcanzar la asunción y, por ende, la felicidad. La autora alimenta el proyecto con imágenes del pasado de las que se apropia haciendo nuevas lecturas con las que crea, en habitación con fotografías de su autoría, un catálogo de memorias e iconos con los que apuntalar un nuevo ‘yo’.

Los dos siguientes proyectos tienen en común la búsqueda de la autonomía personal después de un accidente emocional traumático, en el caso de Raquel Calviño, provocado por la muerte y en el de Maria João Salgado por el desamor.

Calviño presenta una historia autobiográfica, ya sea ésta fiel a la memoria o ficcionada, iconoclasta con los recuerdos o terapéutica. En ella se desnuda una Raquel y mil raqueles. Los poderosos conceptos que se manejan en sus imágenes son unipersonales y salen de la mochila vital de la autora para ser universales y extrapolables a cualquiera.

Salgado, con un marcado lenguaje documental, pero desde la más profunda intimidad, convierte en imágenes los estados emocionales de un proceso de desamor. Conceptos que, aún envueltos en un imaginario personal, logran ir más allá de la narrativa unívoca del yo para hablar de la universalidad de los sentimientos, de lo común a toda la humanidad, de lo que nos une y nos atraviesa transversalmente, desde la corporalidad individual a la masa colectiva.

Francesca Faulin tiene en común con Polly Hummel la apropiación de fotografías del álbum familiar, pero con una factura radicalmente diferente. Su proyecto nace de la necesidad de procesar e interiorizar las dinámicas familiares. Es la historia de las mujeres de su familia que, durante cuatro generaciones siguieron ciclos con similitudes peculiares, alternando entre la rebeldía y la sumisión al rol impuesto de madre y ama de casa. La autora será la primera de estas mujeres que implosione la constelación familiar cuestionando el rol atribuido por el patriarcado y deconstruyendo lo que heredó de sus ancestras.

La obra de Sofía Pacheco, Deebo Barreiro y Alexandre Folgoso se sumerge en el cuerpo y sus identidades. Pacheco nos presenta un vídeo en el que se centra en los cuerpos y sus formas, su movimiento y su capacidad performativa. La autora consigue una suerte de intimidad con ellos con la que logra abstraerlos del aprendizaje semiótico normativo y los aleja de la carga de la cinemática social.

Alexandre Folgoso reflexiona sobre la sociología de la máscara y la consecuente evasión radical de la identidad individual que favorece la performatividad de otros roles y prácticas sexuales no normativas: ponerse la máscara para desnudarse y desconectarse de un sistema hegemónico que condena cualquier práctica disidente. De esta forma, la máscara otorga un paréntesis en la significación social de la persona, permitiendo su evasión de las reglas normativizantes e imperantes en su comunidad.

Deebo Barreiro trabaja en esos márgenes donde sabe que puede dinamitar las débiles bases sobre las que se asientan las convicciones que nos rigen, donde siente el peso específico de los estereotipos y aprende a oponerse a ellos. Allí acude al cuerpo para documentar cómo éste se va conformando a base de clichés, expuesto desde su nacimiento a un constante y sibilino bombardeo ideológico. Los estereotipos afectan a la construcción de la identidad individual y colectiva hasta el punto de que no somos capaces de saber si los clichés sociales son alimentados por cada une de nosotres o son ellos los que nos moldean.

 

Debemos celebrar el poder ver imágenes como estas que nos hablan de un aprendizaje vital para no seguir tropezando en las mismas piedras que a todes se nos ponen delante. Pero debemos también vanagloriarnos por asistir a este tiempo en el que la fotografía se puede mostrar desde los márgenes ya que, hasta no hace mucho tiempo, la masculinización del medio huía de lo importante: lo emocional, el cuerpo, los cuidados y la diversidad.

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